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FRAGANCIA SEDUCTORA 

Tu aroma eriza mi piel
que impresa va en cada verso,
rima y prosa, cual clavel
prendido al gran universo.

Efluvio sutil que emerge
entre letras seductoras
y a mi corazón sumerge
en quimeras sin demoras.

Hechizas mi pensamiento
con tus poemas en flor
y me robas el aliento,
suspiros y hasta mi amor.

Pasión que atrapa sentidos
tan sensual y arrolladora
que trastorna mis latidos
con fragancia seductora.

MICROCUENTOS 

EL TERCERO 

 Una vez más a escondidas, nos encontrábamos allí, en el último piso de aquel edificio donde solo los escombros podían ser  testigos de la pasión desgarradora que habitaba ahí, en nosotros. Sono el celular. Me retire a contestar. Era él, mi primer amor. Él ya lo sabia. Me hablo y su voz no sonaba como siempre, lo conocía, presentía que algo pasaba. colgué, me voltee y una gota de sangre rodó hacia mis pies.

Y sin pensarlo termine pensando más en el que en mi misma. 

El sabor del café me acordaba a ella, dulce como siempre lo era, pero en las noches me quitaba el sueño.

Allí estaba yo, esperando una vez más por él sin saber que sus  besos eran como balas.

Se aleja el autobús, no quiero mirar atrás, allí hay fantasmas que aterran mi existencia, pero volveré, juro que me vengare. 

Al final de la noche de cada jueves como ya es costumbre, sus cuerpos se encuentran y son uno solo,  sus almas se conocen hasta el último rincón, a la mañana del viernes ya no son ni serán.

Tuvo ganas de hacerle daño; pero, en vez de eso, lo besó, asaltada por una de esas apasionadas efusiones a las que solía rendirse. Vencida, sintiendo que podía ponerse a llorar, le susurró que lo amaba, que lo deseaba, que nunca podría agradecerle la felicidad que le debía.

Eran las 20 menos ocho cuando una bala perfora los sueños de aquella niña que escribe esto.

Pretendía enamorarla regalándole rosas, chocolates y peluches. Sin sospechar que detrás de aquel hermoso y angelical rostro, lo que ella deseaba era un par de esposas, un látigo y muchos atuendos de cuero negro.

Despertó, como siempre, en su cama, atravesado su cuerpo por miles de sondas, rodeado de incontables aparatos, con el dolor insoportable de todos los días, hundido en lo más profundo de sus huesos; dolor que sólo se mitigaba cuando conseguía dormir. Una sonrisa se vislumbró en sus labios, Estaba más vivo que nunca.

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